La “tormenta perfecta” que se dio los mercados en 2020 estimuló sus actividades. Sorprendentemente, Bitcoin y algunas otras criptomonedas se convirtieron en una especie de “refugio seguro” para los inversores contra la inflación durante la pandemia del COVID-19. La encuesta de mediados de 2020 realizada por Fidelity Digital Assets mostró que alrededor del 36% de los inversores institucionales en los EE. UU. y Europa ya habían comprado criptoactivos, mientras que alrededor del 60% de los encuestados consideraban las criptomonedas como una clase de activo potencial para sus carteras.
El año 2021 mostró el crecimiento activo de las inversiones institucionales en el criptomercado: el volumen de trading institucional en Coinbase Global Exchange superó los 1,14 billones de dólares. Un año antes, este volumen era 10 veces menor. Además, durante el mismo año, las actividades de trading de los inversores institucionales fueron el doble de aquellas de los inversores minoristas, quienes representaron solo 535 mil millones de dólares.
Un estudio de septiembre de 2021 de Fidelity Digital Assets mostró que los inversores institucionales, que ya habían invertido en criptomonedas, aumentaron su participación al 52%. También hubo un cambio significativo en la actitud hacia las criptomonedas, con el 70% de los inversores percibiéndolas positivamente y con casi todas las instituciones de Asia expresando su voluntad de agregar activos digitales a sus carteras.
El informe anual Global Crypto Hedge Fund de PwC también dejó en claro que los fondos de cobertura de criptomonedas aumentaron sus inversiones en activos digitales a 4,1 mil millones de dólares en 2021, con un aumento interanual del 8%. Sin embargo, vale la pena señalar que la mitad de los fondos de cobertura fueron cautelosos e invirtieron menos del 1% de sus activos totales bajo administración (AUM) en estos instrumentos.
Criptoadopción institucional en 2022
Durante el apogeo del criptomercado alcista, los maximalistas de bitcoin hicieron pronósticos utópicos sobre el colapso del antiguo sistema financiero y la adopción generalizada de nuevos activos. Sin embargo, 2022 mostró que la idea global de las criptomonedas retrocedió a los mecanismos financieros usuales y ciertamente condujo a un fracaso.
La reversión del mercado y el posterior colapso de Terra, 3AC y FTX ejercieron presión sobre la criptocomunidad al igual que sobre las instituciones que se atrevieron a ingresar a los mercados. Todavía resulta difícil evaluar el impacto reputacional, pero a pesar de las circunstancias, los inversores institucionales estaban muy dispuestos a participar más en el desarrollo del mercado, evaluando los riesgos con cautela.
A pesar del sentimiento negativo del mercado en 2022, el estudio de Fidelity mostró que la cantidad de inversores institucionales que invierten en activos digitales creció al 58%. Algunos inversores afirmaron que los activos digitales representan más del 50% de sus carteras. Adicionalmente, el 81% de los encuestados expresó la opinión de que los activos digitales definitivamente deberían formar parte de una cartera. Resulta que muchas instituciones no poseen criptomonedas pero ya se encuentran considerando invertir en este tipo de activos. También vale la pena señalar el interés exponencial del capital de riesgo y los fondos de cobertura: según el estudio, del volumen total de “interesados”, solo el 12% ha poseído criptoactivos durante dos o más años.
También vale la pena prestar atención a la investigación realizada por Blockdata: la misma muestra que la postura positiva sobre los criptoactivos también se está esparciendo entre las 100 principales empresas públicas.
El crecimiento global de la criptoadopción en el segmento minorista también es inspirador. Según Chainalysis, a pesar del estado de ánimo general bajista, la penetración de las criptomonedas en los mercados minoristas y su creciente popularidad entre los usuarios comunes está cobrando impulso. Los inversores a largo plazo continúan con el HODL, y los países en desarrollo son los más interesados en la adopción global de las criptomonedas. Estas circunstancias influirán sobre las decisiones institucionales en 2023, que consideran a los activos digitales como de alto riesgo, pero con un potencial que sin duda no podrá evitarse.
Desafíos para los inversores institucionales en 2023
Entre las principales preocupaciones de los inversores institucionales, la mayoría de los investigadores nombran las siguientes:
- alta volatilidad;
- falta de regulación adecuada;
- la probabilidad de desestabilización financiera.
La volatilidad es una razón bastante obvia, ya que se trata de una característica general del criptomercado. La situación no está clara con la regulación: las autoridades de todo el mundo no pueden llegar a una conclusión sobre si los activos digitales son valores, dinero, mercancías u otros tipos de propiedad. La mayoría de los fondos e inversores creen que el desarrollo de un marco jurídico proporcionará una estabilidad relativa, reducirá gradualmente la volatilidad del mercado e incrementará la confianza de los inversores en la industria. Sin embargo, unas declaraciones demasiado duras de parte de los reguladores podrían desanimar a los inversores institucionales de seguir invirtiendo en el criptomercado.
A pesar de los otros retos, parece que el mayor problema de 2023 para los inversores institucionales estará presente fuera del mercado de los activos digitales ya que una crisis a una escala mucho mayor se avecina.
Si bien el criptomercado sigue recuperándose después de la turbulencia y el colapso de las empresas en 2022, varios bancos, de una forma u otra afiliados a startups tecnológicas y empresas de la blockchain, están bajo el foco de la atención a finales del primer trimestre de 2023.
Silvergate Bank fue el primero en sufrir, siendo el segundo banco de activos digitales más grande de los Estados Unidos. El mismo actuaba como una de las principales puertas de enlace de criptomonedas hacia monedas fiat: su Silvergate Exchange Network (SEN) era una solución crucial para las transacciones que se ejecutaban las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Su facturación alcanzó un récord de 787 mil millones de dólares en 2021, pero ese volumen se redujo significativamente cuando el mercado cayó. Lamentablemente, la sostenibilidad de Silvergate no pasó la prueba: los socios del banco eran en un 90% empresas de activos digitales. A principios de marzo, se supo que Silvergate Bank estaba cerrando sus operaciones y entrando en liquidación voluntaria.
Pero ese fue solo el comienzo. En pocos días, surgieron problemas en otras dos instituciones financieras importantes para la industria: Signature Bank y Silicon Valley Bank, que también suspendieron operaciones bajo la presión de una “corrida bancaria”. Para ser más precisos, los reguladores financieros lo hicieron, sin esperar el colapso real, siendo considerado por los expertos como una “demostración de fuerza”.
La situación con SVB obligó que la Reserva Federal de EE. UU. intervenga. La autoridad emitió un comunicado de que el Banco Central resolvería cualquier problema de liquidez y que los depositantes tendrían pleno acceso a sus depósitos a través del Programa de Financiamiento a Plazo Bancario (BTFP). Sin embargo, esto no calmó a los inversores: el lunes 13 de marzo, el mercado de valores experimentó un “baño de sangre” dentro de un contexto de ventas por pánico. La caída de SVB supuso una serie de problemas para un gran número de empresas tecnológicas. Esta quiebra es reconocida como la segunda más grande en la historia de los Estados Unidos después del precedente del Washington Mutual Bank en 2008.
La situación en torno a Silvergate y Signature es aún más compleja cuando se trata de activos digitales. Muchos expertos denominaron la situación como una pérdida estratégica de infraestructura crítica para la criptoindustria. Debido a la exclusión de estos agentes financieros de los mercados, muchos participantes importantes se encuentran experimentando grandes dificultades con sus criptotransacciones.
El estado actual del mercado financiero de EE.UU. está poniendo nerviosos a los inversores a todo nivel: nadie sabe cómo protegerse de las pérdidas. Cal Evans, abogado en el campo de proyectos tecnológicos y de criptoactivos, expresó en un comentario para CP Media que debido a que las criptomonedas son la clase de activos más riesgosa, estas se venderán primero en caso de que estalle una nueva ola de crisis en los mercados. Esto puede llevar a las consecuencias más impredecibles para el mercado. Los emisores de stablecoins ya sintieron la presión: la stablecoin USDC perdió temporalmente su paridad con el dólar estadounidense, y del 13 al 15 de marzo, su capitalización se redujo en 3 mil millones de dólares, todo en medio del caso de SVB.
En resumen, el criptomercado sigue siendo un campo atractivo para los inversores institucionales y la cantidad de empresas que buscan formas para ingresar al espacio no hace más que crecer. Sin embargo, muchos participantes del mercado se ven frenados por sus propios marcos y requisitos de gestión de riesgos: la falta de garantías, desde muchos puntos de vista, los obliga a esperar. En general, evoca el viejo proverbio “lo verás pero no lo catarás”. No obstante, el temblor de los bancos más grandes obliga a formularnos una pregunta fundamental: ¿está seguro de que sus inversiones en activos tradicionales están realmente protegidas?