Así es como todos recordamos uno de los mayores colapsos económicos hace dos décadas cuando el mercado de valores de los EE. UU. se derrumbó debido a una burbuja de valoración de activos de startups de Internet inviables. No solo las startups no rentables quebraron durante ese periodo, sino que la burbuja estalló y golpeó incluso a empresas exitosas que habían establecido procesos comerciales y que eran capaces de generar utilidades.
Probablemente se esté preguntando por qué recordamos esto ahora que han pasado 22 años. La verdad es que muchos expertos están ahora encontrando algunas similitudes con lo que estamos viviendo actualmente. Como tal, decidimos realizar un análisis más profundo sobre la crisis de las puntocom. Quizás los errores del pasado nos ayuden a enfrentar la crisis del futuro; entonces, primero lo primero.
El Internet de los 90: una tecnología beta
La primera mitad de la década de los noventa del siglo pasado estuvo marcada por el desarrollo activo de los recursos de Internet. En esos momentos, más y más personas en las economías desarrolladas del mundo adquirieron computadoras para sus hogares, mientras que muchas empresas se trasladaron al espacio digital. Una empresa sin una dirección de Internet era percibida como “no respetable” a todo nivel.
Aquella era la época del auge de las empresas relacionadas con Internet (las subastas online de eBay, la librería online de Amazon, los buscadores como Google, Yahoo, etc.).
Es importante comprender que, en esas épocas, muchas personas estaban en un estado de euforia y anticipación por las oportunidades que la World Wide Web les brindaría en un futuro cercano. Los mayores optimistas fueron los inversores que invirtieron grandes sumas en startups desconocidas. Según Investopedia, en 1999, alrededor del 39% del capital de riesgo estadounidense se concentraba en empresas de Internet con una capitalización significativamente inflada. Tales empresas se fundaban casi todos los días.
Su estrategia principal consistía en “crecer rápido o morir”. Los fundadores de estas startups hicieron todo lo posible por recaudar la mayor cantidad de inversiones posible y utilizarlas para publicidad y conciencia de marca para poder recaudar aún más fondos en el futuro; no se preocuparon por establecer procesos comerciales, encontrar nichos rentables o generar utilidades.
En enero de 2000, en el punto álgido de esos despilfarros imprudentes de dinero, 14 startups de Internet se daban el gusto de comprar el anuncio de televisión más caro durante el Super Bowl, el evento deportivo más importante de los Estados Unidos. Dos meses después, la bolsa de valores inició un fuerte desplome histórico.
Presagios del colapso
Obviamente, la burbuja se estaba inflando y tarde o temprano habría estallado de todos modos; sin embrago, algunos eventos cruciales en el mundo hicieron que sucediera anticipadamente. La primera señal del inevitable colapso fue la noticia de que Japón (en ese momento, la segunda economía mundial) estaba entrando en recesión. Eso condujo a una venta de pánico de acciones tecnológicas, que posiblemente sufrirían de algún modo por el empeoramiento del clima económico mundial.
Algunas empresas inteligentes y ágiles, como Deli, se dieron cuenta antes que otras. El mercado alcanzó su máximo histórico y no se podía esperar nada bueno en un futuro cercano; es ahí cuando comenzaron a vender sus acciones. Otros inversores lo notaron y siguieron, haciendo masiva esta tendencia y convirtiéndola en una bola de nieve.
Además, en 2000, el Sistema de Reserva Federal (FED) aumentó la tasa de préstamo, lo que redujo el capital de inversión. En medio de estos eventos, muchos inversores comenzaron a darse cuenta de que la mayor parte de las startups puntocom no habían aprendido a generar utilidades.
Vida después del estallido de la burbuja
Después de que la burbuja estallara, muchas startups prometedores se quedaron sin dinero. Este sector literalmente quedó vacío. Incluso las empresas que en realidad podían generar utilidades debido a su modelo de negocio eficiente, sufrieron enormes pérdidas.
Gráfico NASDAQ 1996 – 2012. Fuente: TradingView
Los creadores de algunas puntocom se enfrentaron a juicios, siendo acusados de fraude financiero y estafa a los inversores. Algunos bancos, por ejemplo, Citigroup y Merrill Lynch, tuvieron que pagar multas a los inversores defraudados.
Tardó 14 años para que el mercado se recuperase después del colapso. Es decir, las personas que compraron acciones en marzo de 2000 habían llegado a cero utilidades netas solo en 2014.
¿Deberíamos esperar una burbuja de nuevo?
Cada burbuja consiste en una acumulación de deuda. Hasta la fecha, la deuda corporativa que se cierne sobre la economía mundial ha alcanzado su máximo histórico con un total de más de 300 billones de dólares. Hasta junio de 2022, la deuda del gobierno de los EE. UU. alcanzó los 30,56 billones de dólares, mientras que las tenencias intragubernamentales llegaron a solo un poco más de 6 billones de dólares.
El actual sistema de capitalismo no funciona para la gran mayoría de la gente; solo sirve para algunos grandes inversores. Trataremos de explicar lo que eso significa.
Todo comenzó cuando los bancos estatales a nivel global comenzaron a imprimir billones de dólares con la esperanza de reactivar la economía. Los bancos usaron este dinero para comprar bonos, colocando grandes sumas en manos de grandes inversores. Se suponía que esos inversores gastarían el dinero y estimularían la economía con consumo que, a su vez, ayudaría a crear puestos de trabajo. Sin embargo, no funcionó, y el motivo es simple: al recibir dinero, los inversores no quisieron desperdiciarlo, prefirieron reinvertirlo. Es así que comenzaron a invertir los fondos recibidos, llevando el mercado a nuevos picos. Si bien los salarios en la economía real se estancaban, las acciones alcanzaban máximos históricos antes de la pandemia del coronavirus.
Gráfico NASDAQ 1996 – 2012. Fuente: TradingView
Uno de los inversores más grandes del mundo, Ray Dalio, considera que los precios de las acciones de las empresas cesaron hace poco de reflejar correctamente la situación real de sus modelos de negocio e ingresos. Los movimientos del mercado de la actualidad dependen de las expectativas de los inversores de los bancos centrales (como la FED) para realizar inyecciones de efectivo significativas.
Existe tanto dinero en el mercado de bonos que los inversores acuerdan generar menos ganancias. Como resultado, muchos rendimientos de bonos del gobierno cayeron a cero o incluso menos. Se tienen muchos casos de tipos de interés negativos en la UE, lo que significa que el prestamista presta dinero y paga intereses al prestatario mismo. Los inversores se ven empujados a tasas de interés negativas, generando menores retornos mientras aún tienen mucho dinero disponible. Como tal, tenemos un esquema en el que el capital circula de los bancos a los grandes inversores y luego vuelve a pasar por la gente común.
Además de eso, la brecha actual entre ricos y pobres es enorme y sigue creciendo. Muchos expertos creen que la situación solo empeorará porque los gobiernos de todo el mundo continúan prestando enormes cantidades de dinero.
Año 2022: el punto sin retorno
Por tercer año consecutivo, la economía global está atravesando una verdadera prueba de estrés. En enero de 2020, el mundo enfrentó una pandemia que puso todo patas arriba. El Covid-19 ha paralizado muchos sectores de la economía y ha hecho que miles de millones de personas se adapten a las nuevas condiciones de vida.
A razón de la pandemia, la actividad económica de muchas naciones cayó durante más de dos años, lo que afectó la actividad inversora, la dinámica del empleo y el bienestar de la población.
Dos años de cuarentena pasaron y el mundo, poco a poco, comenzó a recuperarse de la crisis. Luego, el 24 de febrero, por primera vez desde 1945, el mundo enfrentó una guerra convencional a gran escala en el centro de Europa. Es imposible imaginar qué consecuencias traerá al mundo, ya que literalmente nos afectará a todos.
Como se mencionó anteriormente, la inflación se ha convertido en una de las principales amenazas para muchos países del mundo. Incluso antes de la guerra a gran escala en Ucrania, la inflación se disparaba debido a la desproporción de la oferta y la demanda y el aumento de los precios de las materias primas.
Los principales expertos económicos son pesimistas con relación al futuro cercano. Lo que significa que tenemos que acostumbrarnos a la inflación y todos los problemas que causa, porque seguirá aumentando. En los EE. UU., la misma alcanzó su nivel más alto desde 1982.
Además de la crisis alimentaria y energética, a la que nos referimos ligeramente en este artículo, ya que este tema requiere una discusión por separado, podemos enfrentarnos a una redistribución completa de los mercados a nivel geopolítico. Un “cambio tectónico” de esta magnitud implica una mayor volatilidad y pérdidas de eficiencia a largo plazo. Se rompen radicalmente las cadenas de suministro y las reglas de la economía global que han existido durante los últimos 77 años.
Para terminar
Entonces, ¿cómo se ve la situación actual?
● dos años de la pandemia mundial;
● nivel récord de inflación;
● inminente crisis alimentaria y energética;
● recesión inminente y posible colapso de la economía global, el inicio de la Gran Depresión 2.0.
Esto último podría acelerar el inicio de un nuevo colapso de los mercados tradicionales que se viene gestando desde hace muchos años. Nos enfrentamos a una situación similar a la que tuvimos hace 22 años, pero la crisis actual es mucho más grave que la del 2000.
A corto plazo, el mercado de las criptomonedas seguirá el movimiento de las acciones. Aun así, a medida que la industria evolucione y aparezcan nuevos casos de uso, tienen la oportunidad de convertirse en participantes independientes. Dentro de cualquier crisis, el capital busca un “refugio seguro” (metales preciosos, alimentos, criptomonedas).
Todos nosotros deberíamos entender una cosa sencilla: cuanto antes termine la guerra en Ucrania, menos consecuencias a mediano y largo plazo enfrentará la economía global.
